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24 octubre 2007

Arquitectura efímera

Anclado a tu sustento
y condenado al frío abrazo de la niebla,
te asomas al delicioso canto infinito de la escarcha en su delirio.
Cansado de necesitar a las libélulas,
que van y vienen portando tus susurros,
suspiras por un abrazo humano, cálido y liberador,
para renacer al fin,
y volver a ser tú, solo tú,
un árbol.