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24 octubre 2007

Arquitectura efímera

Anclado a tu sustento
y condenado al frío abrazo de la niebla,
te asomas al delicioso canto infinito de la escarcha en su delirio.
Cansado de necesitar a las libélulas,
que van y vienen portando tus susurros,
suspiras por un abrazo humano, cálido y liberador,
para renacer al fin,
y volver a ser tú, solo tú,
un árbol.

4 comentarios:

Javier Menéndez Llamazares dijo...

¡Qué sorpresa, no conocía tu "otro" rincón!
Y es un gran descubrimiento: lo que he leído me ha gustado mucho.
Te leo.
Un abrazo.

malulha guevara dijo...

Gracias Javier. Un honor recibirte aquí. Este es mi yo verdadero y tímido. Un abrazo.

Elena Casero dijo...

Yo envidio, sinceramente, la capacidad de convertir en poesía las cosas más simples y normales.
Un árbol hecho humanidad.
¡una preciosidad¡

Un beso

Mafalda dijo...

Qué pasada!! por qué no sigues escribiendo? tienes un don, no sabes?